Thursday, June 4, 2020

concierto de Metallica

    Durante los años que viví en el sur de la Florida, hubo un período en que trabajé para una empresa multinacional conocida a nivel mundial. En ese entonces, tenía contacto directo con ejecutivos de puestos muy importantes y de todas partes del mundo. Tenía jefes de Francia, Alemania, Suiza, Colombia, Venezuela, Chile, Argentina y de otros países. El ambiente era muy agradable, pero serio, ya que la mayoría de estos ejecutivos tenían cargos con nombres pomposos a nivel regional y además, cada país de Latino América les reportaba directamente a ellos, por lo que siempre estaban muy ocupados.  Cada uno de mis jefes tenía su manera de trabajar, sus manías y sus peculiaridades.  Unos eran más especiales y engreídos que otros, pero yo en general, me llevaba bien con todos y mantenía una relación cordial, respetuosa, pero sobre todo muy profesional.  
    En aquella época bordeaba los treinta años o un poco más, era una mujer algo confundida en lo que se refiere a relaciones amorosas, pero al fin y al cabo era una mujer hecha y derecha.  Yo me sentía con total seguridad de que estaba en plena juventud y de que tenía mi encanto.  Además llevaba poco tiempo de separarme de mi ex-esposo, lo cual me había ayudado enormemente a mejorar mi autoestima. Era soltera nuevamente, no tenía hijos, ganaba un buen sueldo, era delgada y me mantenía en muy buena forma yendo al gimnasio dos horas diarias o más, en decir, estaba buena.  Era obvio que en ese ambiente de trabajo en donde predominaba el sexo masculino, me miraran o hubieran cierto tipo de coqueteos discretos entre varios de nosotros.  A pesar de que no soy ninguna santa, tenía muy claro que "donde se come, no se caga", tengo que reconocer que me gustaba provocar miradas algunas veces, estaba recién separada y feliz y era lógico que disfrutara coqueteando  un poco de vez en cuando. Disfrutaba las ocasiones esporádicas en que  me ponía pantalones bien ajustados a propósito para resaltar el culazo y varios de los jefes eran tan obvios observando, pero se hacían los que no miraban.   Sin embargo, nunca me pasaba de la raya y siempre mantenía una postura profesional, al menos en el ambiente laboral.
    Al cabo de un tiempo, llegó a la compañía Johan, una alemán transferido directamente desde la casa matriz en Alemania hasta las oficinas de la Florida.  Johan era un hombre muy guapo, estaba sus cuarentas, divorciado y tenía un hijo adolescente. Era un ejecutivo más de cargo pomposo y yo estaba ahí para ayudarlo en todo lo que necesitara con su mudanza y adaptación en la nueva ciudad y oficina.  Johan era encantador, no sólo era churro, pintón y con buen cuerpo, sino también super agradable y simpático. Al menos yo, me llevaba regio con él y atendía a sus pedidos de ayuda cada vez más frecuentemente. Lo que tenía de atractivo, lo tenía de despistado, pero era tan cautivador que el hecho de que era tan distraído no me importaba y acudía a cada rato a su oficina para ayudarlo o resolverle algún tema logístico de su nueva oficina. 
   Conforme iba pasando el tiempo, Johan  y yo fuimos tomando confianza y cada vez conversábamos  más sobre temas que no eran laborales y nos moríamos de la risa bromeando o haciendo chistes sobre la seriedad de los demás ejecutivos estresados y siempre ocupados y que nunca parecían tener tiempo para reír.  Pronto descubrimos que ambos teníamos un tema en común: el gusto por la música, específicamente por el rock y el heavy metal.  Cada vez era más frecuente que me llamara a su oficina para que escuchara algún disco nuevo de alguna banda que nos gustaba a los dos.  También intercambiamos música en varias oportunidades y él estuvo muy agradecido cuando le quemé un CD  con el famoso Chinese Democracy que acababan de lanzar los Guns 'n Roses.
    Yo solía ir a todos los conciertos de las bandas que me gustaban y como en ese entonces la oficina quedaba cerca de uno de los estadios donde más se llevaban a cabo estos eventos, no me perdía nunca un buen recital, iba prácticamente a todos los que me provocaba. Por supuesto que le contaba después a Johan de la experiencia, pero él como ejecutivo importante que era, viajaba muy seguido por trabajo, por lo que no podía asistir casi nunca a estos conciertos que yo sí.  De pronto llegó un momento en que cada vez que alguna banda de rock anunciaba gira por el Sur de la Florida, Johan proseguía a comprar entradas para él y una adicional.  Luego me llamaba a su oficina para contarme, hasta que por fin, un día se atrevió a invitarme para ir juntos, ya que como dije, la mayoría de veces yo iba por mi cuenta a estos recitales.  Cada vez que acordábamos en ir juntos a un concierto, le surgía un viaje de trabajo y obviamente no podía dejar ir.  Casi siempre me regalaba los tickets para que yo vaya con quien quiera y nunca me cobraba por ellos.  Algunas veces yo no podía por algún motivo, estaba de vacaciones, salía de la ciudad o lo que fuera.  En otra oportunidad me regaló la entrada para ir a ver a Disturbed, pero me pidió que llevara a su hijo adolescente, lo cual no tuve ningún problema en hacer.  Lo gracioso del asunto es que, por el motivo que fuera,  jamás coincidíamos para ir juntos.  Hasta que finalmente, después de montones de tickets regalados y de conciertos a los que él no pudo asistir, llegó el mega esperado concierto de Metallica y esta vez Johan sí estaría en la ciudad y no tenía ningún viaje programado para ese día. Él compró las entradas para su hijo, el amigo de este, para él y para mí.  
    Las semanas previas al concierto hablábamos constantemente del tan esperado evento, ya estaba confirmado que iríamos los cuatro juntos, pero como Johan debía llevar a su hijo y al amigo de este, quedamos en que lo mejor sería encontrarnos a cierta hora en la puerta del estadio. Por mi no había ningún problema, ya que saldría de la oficina e iría directamente al coliseo.  Llevaría un maletín con mi ropa y me cambiaría la vestimenta de trabajo por el atuendo rockero, como siempre hacía sin problema.  Llegó el tan esperado día para mí y yo suponía que para Johan también, finalmente iríamos a un concierto juntos, por primera vez ambos veríamos a Metallica en vivo y por primera vez, nos juntaríamos fuera del ambiente de trabajo.  Yo estaba emocionada, no era que estuviera enamorada de Johan, para nada, yo estaba ya involucrada en otra relación inestable emocionalmente hablando, pero me parecía tan seductora la idea de involucrarme con un tipo como Johan que hasta ahora pienso que estaba forzando la situación para que me enamorara de él.  La noche anterior al concierto, preparé mi traje de oficina, muy clásico y profesional, como casi siempre, excepto las veces que me daban ganas de seducir y me ponía mi pantalones bien ajustados para que me miraran el trasero. Luego preparé mi maletín que dejaría en el auto con mi atuendo para el concierto  y me cambiaría en el estacionamiento del mall que quedaba frente al estadio y todos los asistentes utilizábamos para no tener que pagar los 20 dólares que costaba el parking del coliseo.  Normalmente era muy relajada con la vestimenta y solía ponerme cualquier camiseta rockera, un blue jean y zapatillas para asistir a un concierto, pero esta vez tenía que ponerle un poco más de esfuerzo a mi outfit, ya que finalmente saldría con Johan y era la primera vez que nos veríamos fuera de la oficina.  Tenía que ponerme algo bien rockero, pero a la vez sexy.  Opté por unos pantalones negros de cuero, bien ajustados que resaltaba mi contorneado derriere, unos botines Dr. Martens y un top negro con el logo de una banda conocida de Heavy Metal.
    El día del concierto, salí del trabajo rápido y manejé rumbo al coliseo, me encontraría con Johan, su hijo y el amigo, a las 7 en punto de la noche. Me estacioné, como siempre lo hacía, en el gigantesco parking del centro comercial enorme que quedaba al frente para ahorrarme los 20 dólares. Tomé mi bolso y procedí a cambiarme de ropa adentro de mi auto. Era alucinante ver mis transformaciones de look oficinista, a look rockero, aunque ya estaba acostumbrada a hacerlo, esta vez debía ponerle más empeño, dada la situación. Terminé de cambiarme, me retoqué el maquillaje haciéndolo algo más recargado y finalmente me solté la melena salvajemente. Bajé de mi carro creyéndome una rock star, guardé el bolso en la maletera llevando solo lo esencial y apresurada partí  caminando hacia el estadio.  El estacionamiento donde estaba era inmenso y desde donde había dejado el auto debía caminar un tramo bastante largo.  De pronto me llamó la atención cómo la gente se daba toda la vuelta por el costado, bordeando una especie de campo  que estaba cubierto de vegetación y que atravesaba el estacionamiento haciendo mucho más larga la caminata, "gringos huevones", pensé yo.  Se me ocurrió que cruzaría a través de este terreno tapado por plantas y así cortaría camino, como toda una vivaza.  Creyéndome  la muy pendeja decidí cruzar este campo, cuando de pronto mis Dr. Martens se empiezan a hundir lentamente en la superficie; pensé que estaba pisando un poco de lodo y tontamente aceleré el paso supuestamente para pasar rápido el fango, cuando de pronto me hundí cada vez más y más.  Me había metido en un enorme pantano.        Estaba hundida hasta más arriba de la cintura, atascada en la espesura de las plantas,  con esfuerzo y harto trabajo logré salir. Sin embargo, tenía un gran problema, no podía presentarme así en la puerta del estadio, donde Johan ya me estaba esperando, estaba literalmente embarrada hasta el cuello y cada una de las Dr. Martens tenía medio kilo de barro dentro.  Tuve que regresar apurada a mi auto para intentar lavarme  y ver que hacía, siempre guardaba un bolso con ropa extra para el gimnasio y también ropa de playa.  Revisé mis opciones y ¡oh, no! No tenía  ninguna prenda como para la ocasión, principalmente zapatos, pues lo único que tenía en ese momento era un par de Havaianas color rosa y un vestidito playero muy florido, eso era todo. No tenía remedio, debía ponerme el vestido blanco de flores y los flip flop color rosa. Las Dr. Martens estaban fuera de servicio. Me cambié apurada otra vez, pero ahora no me sentía como una rock star, me sentía realmente una idiota, no sólo por que estaba yendo a ver a Metallica en vestido playero y con flip flops rosadas, sino porque me había metido a un pantano por creerme la viva.  Terminé de cambiarme, pero estaba toda sucia y con el vestido y los slaps se me veía el barro en las piernas y en los pies, así que tuve que ir a uno de los bares del gigante centro comercial y pedir prestado el baño para poder limpiarme y arreglarme un poco.  
    Salí del bar ya más refrescada, pero estaba enojada conmigo misma por ser una pelotuda y obvio porque mi plan no estaba saliendo exactamente  como quería y venía esperando mucho tiempo por este momento.  Además ya eran más de las 7 de la noche y yo seguía en el mall, debía cruzar al frente para encontrarme donde habíamos quedado. Pasada las 7:30, llegué a la puerta y por fin me encontré con los chicos.   Ni bien llegué, me dio la impresión de que Johan estaba decepcionado, como buen alemán, me había estado esperando desde las 7 en punto y yo llegaba tarde a nuestra primer concierto juntos tan esperado por los dos.  Asimismo, noté que me alucinaba por presentarme con look playero para ver a Metallica.  Johan no hablaba nada de español, siempre conversábamos en inglés y esta vez mientras me disculpaba por llegar tarde y le intentaba explicar lo que me había sucedido, en inglés, estaba tan atolondrada que no lograba expresarme bien, noté como me miraba los slaps color rosa que llevaba puestos y los pies, aún algo sucios y con barro en la uñas.  Yo continuaba tratando de explicarle el por qué de mi tardanza, pero los chicos ya estaban inquietos y el concierto estaba por comenzar.      
    Finalmente ingresamos al coliseo y fuimos a nuestros asientos, Johan me invitó un par de cervezas en el tiempo que duró el espectáculo, que estuvo genial, lo disfrutamos al máximo, pero algo pasó, la química que teníamos siempre en la oficina se había ido.  Jamás supe qué fue exactamente lo que sucedió esa noche de concierto tan esperada y que yo en cierta forma, esperaba que pasara algo entre los dos, pero algo se quebró entre nosotros.  Las siguientes semanas nos vimos como siempre, sin embargo, el encanto había desaparecido. 
    Hasta el día de hoy me pregunto qué habría pasado con él si no me hubiera metido  al pantano esa noche del concierto.
    


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