Friday, January 8, 2021

la colombiana

         Nos conocimos en la compañía colombiana para la que ambas trabajábamos en Miami.  Cuando yo entré a trabajar, ella ya llevaba varios años en la empresa y como casi la mayoría de empleados, era de Colombia, de Cali exactamente.  Yo era de las pocas peruanas que había en la empresa y al inicio no tenía química con casi nadie, excepto con una argentina que al poco tiempo se volvió una de mis mejores amigas.  Al comienzo no me sentía muy cómoda con la gente que me rodeaba, casi todos eran de Bogotá, Cali, Medellín, Pereira y Barranquilla.  Después de un tiempo y a pesar de las muchas diferencias que diariamente notaba, comencé a llevarme mejor con la gente y a entender un poco mejor las costumbres, frases y acentos colombianos. En realidad no tenía casi nada en común con mis compañeros de trabajo, mujeres en su mayoría, pero poco a poco fui conociendo a la gente y haciendo más amigos, además de la argentina que mencioné antes y que se hizo mi pata desde el inicio.
        A Margarita, la caleña, la vi el primer día que llegué, era una mujer en sus cuarentas, pero aparentaba mucho menos edad.  Era de estatura mediana, delgada y tenía el cabello color castaño claro y lacio, cuando lo llevaba suelto le llegaba hasta la cintura.  Tenía unos ojos inmensos, color verde esmeralda que llamaban mucho la atención apenas la mirabas a la cara. Margarita no era bonita, ni tenía buen cuerpo, pero siempre andaba muy bien arreglada lo que la hacía atractiva.  En todo momento llevaba el maquillaje impecable, las manos y pies con manicure y pedicure francesa y su pelo hasta la cintura brilloso y planchado, siempre perfecto.  Después de un tiempo en el trabajo nos obligaron a amarrarnos el pelo y ella se lo ataba en una cola de caballo que nunca pude entender cómo hacía para que le saliera tan pulcra y ordenada siempre.  A primera impresión aparentaba ser muy seria y hasta un poco hostil, a mi sólo me hablaba lo justo y necesario sobre temas de trabajo, pero luego de varios meses fuimos conociéndonos más y comenzamos a entrar en confianza.   
        Cuando nos tocaba trabajar juntas, que no era siempre ya que habían días que no nos tocaba el mismo turno, era divertidísimo, nos reíamos demasiado haciendo bromas y chistes entre nosotras y con los clientes.  Me enseñó la jerga colombiana, que hasta ese entonces casi no conocía.  Luego poco a poco me fue contando sobre temas personales y más profundos, ya que ella era una mujer muy clásica, fina y así no más no compartía ese tipo de asuntos con cualquiera.  Margarita era soltera y sin hijos, pero me enteré por ella misma de que había estado casada con un colombiano paisa, que era millonario y que ella creía que era narcotraficante, pero recién se había dado cuenta de esto cuando iniciaron el divorcio hacía varios años atrás.  El paisa había accedido a darle una buena porción de su fortuna a cambio de que no se apareciera más en su vida, así que ella decidió irse a vivir a Miami con ese dinero y comenzar una nueva vida en esta ciudad.
        En ese entonces yo estaba casada y comenzaba a tener problemas con mi esposo y recuerdo que ella fue de las primeras personas en incitar a que deje a mi marido y me vaya por mi cuenta.  A pesar de las dificultades que estábamos teniendo, yo lo amaba y estaba enamorada de él y obviamente me parecía demasiado precipitada la recomendación de ella de que debía dejarlo.  Sin embargo, me daba vueltas en la cabeza la insistencia de Margarita y sus consejos para que lo dejara pues primero que nada, me llevaba doce años y obviamente tenía más experiencia que yo, segundo ella ya había pasado por un divorcio feo y por último, me parecía una mujer equilibrada, seria y le iba bien en la vida luego de haberse divorciado.   Margarita era diseñadora de interiores de profesión y tenía un gusto excelente, constantemente me contaba sobre la enorme casa que tenía en Kendall y que ella misma había remodelado y diseñado cada habitación con mucho empeño y dedicación.  Además le gustaban muchos de los pintores y artistas más famosos y conocidos mundialmente; le gustaba la literatura contemporánea y la poesía latinoamericana.  Siempre vestía de manera elegante y recatada, jamás la vi con un escote o pantalón ajustado y sólo usaba ropa de marca y de estilo clásico.  Yo por otro lado, andaba en onda grunge, me vestía con cualquier cosa o usaba camisetas de bandas de rock y metal, llevaba la melena enredada y desprolija y muy de vez en cuando me hacía la manicure con esmalte de color negro o azul. Ella se agobiaba cada vez que me veía las manos con ese tipo de esmaltes o cuando salía con sandalias y los pies los llevaba sin pedicure.  También se angustiaba porque no me depilaba las cejas y sobre todo cuando salía a la calle con el cabello húmedo, cosa que para ella era inconcebible.  En una ocasión, después de insistir mucho logró depilarme las cejas y plancharme el pelo.     
    A pesar de todas estas diferencias, Margarita y yo nos hicimos buenas amigas, conversábamos de todo y la pasábamos muy bien, dentro y fuera del trabajo.  Había un sólo problema, que no se llevaba bien con mi otra amiga, la argentina.  Margarita era una dama y no hablaba nunca mal de nadie sin motivos, pero no era necesario que me lo dijera, yo me daba cuenta de que no la soportaba.   Como yo era amiga de las dos, constantemente trataba de juntarlas para que hiciéramos algo juntas fuera del trabajo, pero era en vano.  Las pocas veces que lo hicimos, se sentía la tensión en el ambiente y simplemente no se llevaban bien.  Luego con el tiempo, a Margarita se le iban escapando comentarios sutiles, pero feos sobre la argentina, que sólo reconfirmaba lo que ya sabía, que no se llevaba bien con ella y sobre todo me iba dando cuenta de que le molestaba mucho que yo sea bien amiga de ella.
    Después de un año aproximádamente, las cosas con mi esposo habían empeorado y Margarita era mi mayor soporte y la que más me alentaba para que lo dejara ya.  Asimismo, el tema entre la argentina y ella se había vuelto insostenible, lo cual era muy incómodo para mi, pero yo igual seguía siendo amiga de las dos.  En esa misma época, la situación económica de la compañía también comenzó a tener problemas cada vez más graves lo que llevó a una fuerte reducción de personal.  Entre el grupo de personas que sacaron estaba Margarita. Yo sí mantuve mi puesto.  A pesar de que le afectó el hecho de que la sacaran de la empresa, económicamente estaba segura pues tenía los ahorros que le había dado el ex esposo narco y además de vez en cuando le salían trabajos de decoradora donde ganaba muy buena plata. 
    Como ya no trabajaba con ella, la veía mucho menos, se sentía su ausencia en el trabajo y la verdad era que la extrañaba bastante.   Muchas veces intentamos reunirnos, pero por mis horarios y la zona donde ella vivía, se nos complicaba constantemente. Hasta que por fin después de un montón de coordinaciones previas, pudimos concretar un día para almorzar en su casa. En el par de años que ya llevaba de conocer a Margarita, nunca había ido a su casa en Kendall de la que tanto hablaba orgullosa, por un lado era porque quedaba lejos de la mía y por otro era el hecho de que mi ex se llevaba siempre el carro que compartíamos en ese entonces y no me dejaba muchas opciones para movilizarme por mi cuenta.  El tema era que siempre nos habíamos juntado en cualquier otro sitio, pero nunca había ido a su casa.  
       Después de tantas coordinaciones y planes, llegó el día en que por fin nos íbamos a volver a ver después de varios meses desde que la habían sacado.  Era un sábado, yo había hecho toda una planificación previa para tener libre ese día y también quedarme con el auto.  Margarita me cocinaría un platillo colombiano que era su especialidad  y yo llevaría un vino. Yo nunca iba por el barrio de Kendall y siempre había vivido en Coral Gables por lo que no conocía casi nada de esa zona, así que imprimí un mapquest con las indicaciones de cómo llegaría desde mi casa hasta la casa de Margarita.  Ese sábado por la mañana se me juntaron muchas cosas que hacer, se me hizo tarde y no pude desayunar más que un café con leche. Más tarde me bañé, me cambié y salí apurada rumbo a la casa en Kendall para nuestra reunión. En el camino paré en una licorería a comprar una botella de vino y con la ayuda del papel impreso con el mapquest me dirigí hacia la casa de Margarita.
       Pasó aproximadamente una hora y luego de dar bastantes vueltas innecesarias finalmente llegué al condominio donde quedaba la casa, que para mí era lejísimos y me había costado una eternidad llegar.  El guardia de la garita de control me abrió la reja una vez que le confirmé a donde me dirigía.  Ella me estaba esperando en la puerta de su casa ansiosa, me indicó a donde estacionarme y por fin bajé de mi auto entumecida y hambrienta, ya que eran casi las dos de la tarde y yo sólo había tomado un café.  Entramos a la casa y ella me hizo el tour respectivo, me fue mostrando todas las habitaciones de la casa y orgullosa me iba contando como se había inspirado para decorar cada habitación. Tenía cuadros de pinturas muy lindas, adornos y souvenirs de distintas partes del mundo  distribuidos con muy buen gusto por toda la casa.  Me mostró todos los rincones, incluyendo su cuarto, que era la habitación principal, tenía un baño gigante y éste un jacuzzi super moderno. Después del tour por toda la casa, nos sentamos en una sala de estar que daba a una linda terraza en el jardín.  Esta terraza fue lo que más me llamó la atención, estaba decorada al estilo paisa, las paredes eran totalmente coloridas y tenía distintos dibujos pintados por ella misma y estaba llena de arreglos con flores de colores.  Los muebles de madera que habían eran todos diferentes y pintados de colores pastel. Cada silla y mueble colocados ahí tenían una historia y un color distinto. También habían montones de macetas que colgaban del tejado de la terraza, todas con flores de muchos colores. 
    Nos sentamos en la salita porque hacía mucho calor afuera y adentro de la casa sí había aire acondicionado.  Ella trajo un par de copas, abrió la botella de vino que yo había llevado, brindamos y nos pusimos a conversar de todo, teníamos mucho de que ponernos al día.  Luego de un rato, me preguntó si tenía hambre y la verdad era que sí, me moría de hambre, ya iba por mi segunda copa de vino y sentía como el alcohol ya estaba haciendo efecto en mi cuerpo y estómago vacío.  Se paró para ir a ver el almuerzo especial que me había preparado y me comentó que aún faltaba un poco, pero trajo un par de empanadas colombianas para picar mientras tanto. Estábamos muy entretenidas, el vino fue haciendo lo suyo y ya se me había anestesiado el hambre gracias al efecto del alcohol. Terminamos la botella que yo había llevado e inmediatamente después Margarita se dirigió hacía el pequeño bar de su sala-comedor y sacó otro vino, descorchó la botella y seguimos tomando como si nada.  Ya picadas las dos y envueltas en nuestra conversación llena de risas, chismes y confesiones, se nos olvidó la comida, el platillo especial que ella me había estado preparando con tantas ansias, quedó en el olvido.  
    No recuerdo mucho de nuestra conversación después de terminada la segunda botella de vino, pero si tengo grabada la mirada penetrante con sus ojos color esmeralda que me observaban fijamente y me decía que era linda y que me merecía lo mejor y que debía divorciarme ya.  Luego se acercó nuevamente hacia el pequeño bar y trajo una botella de aguardiente colombiano, sirvió dos shots y los tomamos de golpe.  Después de varios shots más, ya casi no recuerdo nada de lo que pasó, sólo los ojos color esmeralda que seguían clavados en mí y su voz que insistía con lo mismo, que me merecía algo mejor y que dejara a mi marido.  A pesar de mi borrachera, fue la primera vez que me sentí incómoda por tanta insistencia sobre el mismo tema.  Me levanté del sofá donde estábamos sentadas una junto a la otra y le dije que me prestara el baño, tambaleándome me dirigí hacía el baño de visita que ya me lo había mostrado en el tour inicial de la casa.  Inmediatamente ella me dijo que no usara ese baño, que mejor vaya al baño de su cuarto que era más cómodo y me dio alguna explicación sin sentido, pero igual le hice caso y me fui hacia el baño de la habitación principal.  Una vez ahí me di cuenta de lo ebria que estaba y del hambre garrafal que tenía, mientras pensaba como diablos iba a hacer para manejar de regreso así, pensé "necesito comer algo y tomarme un café urgente", no sé que fue, pero en ese momento recuerdo que sentí una ansiedad enorme, algo no andaba bien. Me lavé las manos y la cara y salí dispuesta a decirle a mi amiga que ya no debía tomar más y que prefería comer algo y tomarme un café.  Ni bien salí del baño de la habitación, la vi a Margarita parada recostada contra la puerta cerrada del cuarto. Me sorprendí al verla ahí delante de la puerta, bloqueando el paso.  Cuando me acerqué para salir de la habitación, me tomó por la cintura y me dijo que no me vaya, que había esperado por este momento mucho tiempo y me empujó sobre su cama king size que estaba un poco más allá de la puerta.  Yo estaba tan borracha que no me daba cuenta de lo que estaba pasando, no entendía nada, pensaba que era una broma, pero cuando sentí su cuerpo encima del mío y a ella tocándome e intentando besarme, me di cuenta de la situación. Entré en pánico, traté de huir, pero ella seguía sobre mí y me estaba desamarrando las tiras del top que llevaba puesto, la pude empujar a un costado y me levanté de la cama rápidamente y fui hacia la puerta que estaba cerrada con seguro. Ella se paró al toque y trató de detenerme, no me dejaba abrir la puerta e iba gritando que me tranquilizara, que no pasaba nada.  Recuerdo que yo le decía que me tenía que ir y ella me decía que me quedará aunque sea para la comida, que ya estaba lista.  Finalmente no sé ni cómo pude salir corriendo, fui a buscar mi cartera que la había dejado en la salita de estar donde habíamos estado tomando toda la tarde. Tomé mi cartera y salí disparada, no me acuerdo ni cómo, ni por dónde, he borrado esa parte de mi memoria, sólo recuerdo a ella gritándome que por favor no me vaya, que no había pasado nada.  Recuerdo estar sentada en mi carro manejando totalmente ebria, sin saber por dónde ir. Logré salir del condominio y apenas pude paré en el estacionamiento de un supermercado para calmarme y ver cómo llegaba de regreso a mi casa ya que no sabía que ruta debía tomar y menos en el estado en el que me encontraba. Estaba alterada y de pronto comencé a llorar, me sentía frustrada por no saber cómo llegar a mi casa y por la situación en la que me encontraba. Saqué mi celular y llamé a mi esposo de ese entonces, él estaba trabajando y le conté de manera general lo que me acababa de pasar para que me guiara y me de alguna idea de cómo regresar.  En esa época no existía waze ni google maps y el mapquest lo sacabas desde una computadora y no del celular como ahora, así que el era mi única esperanza.  Le expliqué que me había perdido saliendo de la casa de mi amiga en Kendall -sin mencionarle lo ebria que estaba y que ella se me había tirado encima- me dijo que yo me la había buscado y que quién sabe a donde me había ido a meter.  Me dio una cuantas indicaciones de cual expressway debía tomar y continuó con el sermón que ya me esperaba mientras yo veía como mi celular iba quedando sin batería. Continué mi camino angustiada y tratando de no pensar en lo que había pasado en casa de Margarita.  Al rato tuve que volver a parar en una gasolinera porque me perdí otra vez, me estacioné a un costado y volví a llamar a mi esposo quien ya estaba alterado también y continuó con el sermón, empezamos a discutir y cuando por fin me estaba explicando como llegar al expressway, mi celular se apagó, se había quedado sin batería.   Bajé de mi auto, estaba asadaza, frustrada, agobiada, sin pensarlo y como un impulso agarré el celular muerto y lo tiré con todas mis fuerzas sobre la pista.  El celular terminó roto en mil pedazos y yo lloraba de rabia y frustración.  Recogí los pedazos del teléfono destruido que estaban regados por la pista de la gasolinera y me senté en mi auto llorando y pensando en qué hacer.  
    Finalmente después de tranquilizarme, de comer algo y tomar una botella de agua, pude regresar a mi casa en Coral Gables.  Era tarde ya, mi esposo había regresado del trabajo, estábamos peleados -otra vez- , me había quedado sin celular y yo no terminaba de procesar lo que había sucedido más temprano con mi amiga.  Nunca le mencioné ni a él, ni a ninguna de las personas que conocían a Margarita lo que había pasado.  Esa fue la última vez que la vi en persona.  Hace un par de años me mandó una invitación por Facebook.  Está casada y es mamá.



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